Nada se olvida, a nadie se olvida. En Madrid, 9 de mayo de 2018, día de la Victoria Antifascista / Pedro A. García Bilbao. Colectivo Al Servicio de la República

Nada se olvida, a nadie se olvida. En Madrid, 9 de mayo de 2018, día de la Victoria Antifascista / Pedro A. García Bilbao. Colectivo Al Servicio de la República

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Hay ocasiones en las que es imprescindible hablar con voz clara y en alto, en las que se debe decir lo que es necesario, en las que es preciso asegurarse de que quien deba entender, entienda. Y es por eso que hoy, día 9 de mayo de 2018, en el 73 aniversario de la Victoria sobre el nazi-fascismo en Europa, hemos venido hasta las escaleras de las Cortes españolas para decir lo que es imprescindible. Que la derrota del nazi-fascismo fue un triunfo de la Humanidad, un triunfo decisivo ante un peligro aterrador que de no haberse producido habría cambiado el curso de la civilización y generado, en palabras de Churchill, un futuro sumido en una larga noche sin final. Estamos por tanto ante una fecha especial, en una de esas que señala una encrucijada de la historia en la que resulta vital no equivocarse.

La victoria de 1945 fue la fecha de un nuevo comienzo, un día en el que se abrió una segunda oportunidad colectiva; vendrían aciertos y errores, oportunidades y fracasos, no desapareció la explotación ni brilló sin sombras la libertad, nadie afirma eso, pero es claro que fue derrotada una mutación criminal del alma que hubiera dejado a la humanidad, como concepto, sin espacio sobre la tierra, fracturado por la fuerza el género humano en divisiones artificiales y dementes que hubieran condenado a la mayoría a la muerte o a una vida atroz. 1945 representa eso exactamente, una segunda oportunidad. Tal es el sentir en la totalidad de las capitales de Europa y en la mayoría de los pueblos. Urgidos a tener que situarse, nadie hay que reclamándose demócrata pueda mantenerse tibio o indiferente ante lo que esta fecha significa. Pero no nos engañemos a nosotros mismos, los que entonces o ahora hubieran sido cómplices del nazi-fascismo, los que entonces o ahora volverían a intentar manipularlo para favorecer sus posiciones de poder como criminalmente hicieron en su época, siguen aquí, no se han ido.

Estamos en pie en las escaleras de las Cortes Españolas, pero en el interior de la Cámara de Diputados no se ha hecho sentir el orgullo de que fue el pueblo español el primer combatiente contra el fascismo. No se ha dicho en voz alta, ni sacado las consecuencias lógicas del sencillo y claro hecho, de que cada piloto nazi derribado sobre el cielo de Madrid fue un enemigo menos e la Batalla de Inglaterra o en la defensa de Moscú. El pueblo español fue el primero en enfrentarse, en alzarse contra el fascismo, tanto el propio como el ajeno. Y su lucha no cejó ante la adversidad. Primero en suelo español, después en todo el mundo, y digo bien, porque desde las arenas de Normandía, a las playas del Pacífico, desde Bir-Harkeim en Libia a las afueras de Moscú, comprometiéndose hasta la muerte con la libertad de Francia en el lejano oasis africano de Kufra o luchando en el istmo de Carelia en la defensa de Leningrado, los españoles lucharon y lucharon sin descanso por la libertad y en la esperanza de poder liberar su patria. Lo hicieron bajo todos los uniformes aliados conocidos, o sin otro distintivo de honor que su corazón republicano y español, en las filas de la resistencia antifascista, sin rendirse jamás, sin otro llamado que el de su conciencia. En los campos de concentración nazis, bajo las más atroces e inhumanas condiciones, los españoles fueron un ejemplo de resistencia y dignidad.

Podrán enterrarlo todo bajo la losa del olvido impuesto y mantener el decreto de noche y niebla que sigue vigente, pero es parte de la historia y no lo podrán borrar jamás de nuestra memoria colectiva, sólo arrancando nuestros corazones podrán erradicarlo; es ésta, por ello, una batalla que no podemos permitirnos abandonar, pues se trata de nuestra identidad democrática y de nuestra dignidad colectiva como pueblo.

La bandera tricolor del pueblo español conoció fugaz la victoria en el París liberado, pero bien sabemos que pese a la derrota del nazi-fascismo, las potencias aliadas prefirieron una España de rodillas, sometida a un régimen infame que vendió nuestra soberanía e independencia a cambio de su supervivencia, antes que favorecer una España democrática y dueña de sus destinos. El 9 de mayo fue el el Día de la Victoria y en él los españoles nos podemos reconocer orgullosamente, pero hemos de hacerlo lúcidamente. Y es que esta fecha nos trae hoy aquí, no solamente como expresión de orgullo, nostalgia o reconocimiento; tampoco, como ocurre en muchos países, como alerta para evitar que se produzca de nuevo algo parecido, no es eso solamente, estamos aquí para exigir al Estado Español medidas concretas que pongan fin a las complicidades con el nazi-fascismo y a la impunidad del franquismo que pervive a día de hoy.

El hecho es que España sigue sin ser liberada: ¿cómo explicar de otra forma que sea considerado como un peligro a la seguridad jurídica declarar ilegal o nula la deportación a los campos nazis de miles de españoles y su declaración como apátridas por el estado franquista. No se quiere reconocer que el estado franquista fue posible gracias a la intervención militar de la Alemania nazi y la Italia fascista, que fue fruto de un golpe de estado ilegal y de una injerencia extranjera, sin que la España de la monarquía actual haya sido capaz de desligarse de forma inequívoca? Las víctimas del franquismo siguen siendo consideradas criminales y legales los tribunales y sentencias. La intervención militar franquista en favor del Eje es vista como algo natural y merecedor de honores y distinciones, un timbre de honor incluso para la España oficial.

En 2018, en los actos de conmemoración de la Victoria, la España oficial está ausente o mantiene un perfil bajo, consciente de las contradicciones que implica tal fecha en el ámbito interno. No está aquí ahora la Ministra de Defensa, no presentaran armas ni rendirán honores los soldados, no habrá gesto o palabra alguna del gobierno o de la jefatura de Estado en recuerdo de los españoles que lucharon la libertad de Europa frente al nazi-fascismo, callan de forma miserable los que se llaman a sí mismos «constitucionalistas» y se muestran incomodos los que son incapaces de encontrar una patria honrosa en nuestra identidad colectiva democrática, antifascista y republicana.

Quienes hoy estáis aquí, en Madrid, en Barcelona, Bilbao, Sevilla, Valencia o estuvisteis en Mauthausen en Austria hace unos días, sois la encarnación visible de la dignidad de España, el extremo de una larga tradición de lucha y sacrificio por la libertad. Cuando en muchos países de Europa surgen de nuevo discursos racistas, hipernacionalistas y antirrepublicanos que buscan reescribir el pasado y legitimar los crímenes del nazi-fascismo, el modelo español de impunidad y revisionismo se vuelve peligroso incluso más allá de nuestras fronteras. No podemos callar. Los que todo lo dieron sin pedir nada a cambio y murieron para que pudiera haber un mañana, nos obligan con su ejemplo a asumir nosotros hoy un compromiso hacia el futuro.

Un día, más pronto que tarde, estas palabras resonaran en las Cortes y serán rotos muros y cadenas, habrá reparación a tanto dolor, brillará la verdad y se hará justicia.

Nada se olvida, a nadie se olvida. Es mucho lo que está en juego.

Hoy, 9 de mayo de 2018….

¡Viva el Día de la Victoria Antifascista!

¡Viva la República Española!

 

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